Sabemos que la estructura actual de cuidados y atención a personas que se encuentran viviendo el morir es insuficiente para atender sus necesidades y las tareas que de ellas se desprenden. Los protocolos de intervención impuestos por la actual crisis causada por el Coronavirus SARS-CoV-2 no contemplan dimensiones esenciales del ser humano, primordiales en los cuidados de la fase final de la vida. Defendemos que lo biográfico va más allá de lo biológico.
Creemos necesarios nuevos enfoques que favorezcan el bienestar personal en el trato y acompañamiento en las fases finales de la vida. Las tendencias actuales requieren de nuevas dinámicas y la acción concertada de los actores para generar nuevos modelos de atención en el morir.
La espiritualidad es una dimensión universal en el ser humano, aunque no todas las personas la desarrollamos igual ni tenemos de ella la misma conciencia. Conecta con nuestro sistema de creencias y de valores y por lo tanto es inherente al ser humano. La entendemos como una aspiración profunda e íntima del ser humano a una visión de la vida y la realidad que integre, de sentido, conecte y trascienda. Es una dimensión transversal y primordial en el proceso de morir, que debe tener respuesta en el ámbito profesional.
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La persona en el centro. Compartimos que quién decide si recibe apoyo, si el apoyo que le brindan es adecuado y qué función cumple, es quien percibe el apoyo y dependerá de si sus necesidades son o no cubiertas y en función de variables individuales, interpersonales y del contexto. (Terol Cantero, M.C. 1999). Y en los casos en que esto no es posible, debemos buscar respetar su esencia, voluntad y deseos.
El trabajo empático, compasivo y en equipo, facilita la identificación de las verdaderas necesidades de las personas. Es necesario fomentar esta visión y la formación especializada a todas y cada una de las organizaciones y profesionales que de una u otra forma intervienen en todo el proceso del final de la vida.
Reafirmamos la vida. Consideramos la muerte un proceso natural que no creemos que haya que acelerar ni aplazar. Defendemos el respeto por la individualidad del proceso de morir con la implicación de la persona. Creemos que el acompañamiento debe estar basado en sus necesidades.
Compromiso ético. Sabemos que una buena práctica debe de estar acompañada de una reflexión ética y ésta debe hacerse con la participación, en la toma de decisiones, de las personas que se encuentran viviendo el morir y de sus familiares.
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